La mano de obra para la reconstrucción del Teruel devastado (1938-1957)




Introducción

Nada fue como antes del 18 de julio de 1936. Muchos vecinos habían muerto, para otros la emigración, el exilio, la cárcel, el campo de concentración o la huída fueron una constante. Para el mundo rural la ciudad les siguió pareciendo el lugar en donde pasarían más desapercibidos y, a su vez, podrían buscar la ansiada paga semanal o mensual, en vez de tener que estar esperando en la plaza del pueblo quien los buscaría para darles un jornal…

Redimirse trabajando

Los vecinos intentaban eliminar los daños de la guerra, se juntaban y ayudaban para volver a erigir las viviendas ayudándose mutuamente, los propietarios de casas y terrenos establecieron acuerdos en forma de comunidades para la reconstrucción.

Pero en muchas ocasiones, no hubo perdón entre familiares y vecinos. Sólo el tiempo y unas cuantas generaciones han propiciado el olvido. Dicho de otra forma, cuando finalizó la guerra, Teruel quedó tan rabioso como resquebrajado. La iglesia volvió a ser el epicentro de la vida, los sacramentos de obligado cumplimiento. La cuestión agraria se solucionó con una incipiente mecanización, consecuencia directa y volvemos a incidir en ello, la tan en boga España rural, vaciada, deshabitada o como quieran denominarla, comenzó el éxodo a la ciudad, sangría humana imparable hasta la actualidad.

A la población de los pueblos adoptados, mayoritariamente jornaleros campesinos, no les vino mal compaginar algunos jornales (sobre todo en invierno) con los propios de su ocupación principal.

Los prisioneros políticos constituyeron la mano de obra necesaria para la mencionada reconstrucción.

La población reclusa albergada en campamentos fue intensa en Belchite (hasta 1.600 reclusos) y en Teruel capital llegaron a estar unos 300.

Era el 75 Batallón Disciplinario de Soldados Trabajadores alojados en Belchite que todavía se conoce como Rusia por la concentración de rojos. La mayoría eran procedentes de las Brigadas Internacionales que por diversas circunstancias, no habían regresado a sus países de origen.

Antes, durante y después de la existencia de la Dirección General de Regiones Devastadas, miles de presos políticos fueron sacados de las cárceles para ser empleados en las más variadas tareas de construcción o reconstrucción de infraestructuras militares y civiles.

Este colectivo junto con los de los campos de concentración y de los trabajos forzosos, trabajó tanto para el Estado, como para algunas empresas particulares muy afectas al régimen. Desde 1937 se utilizó mano de obra forzosa de los prisioneros de guerra republicanos encuadrados en los Batallones de Trabajadores a cargo de la Jefatura de Movilización, Instrucción y Recuperación del ejército franquista y desde 1938 el trabajo forzado de los presos políticos se encuadró en lo que el jesuita Pérez del Pulgar denominó Redención de Penas por el Trabajo. Hasta 1942 se empleó la mano de obra de prisioneros de guerra sin ser sometidos a juicio en un sistema heredero de los Batallones de Trabajadores llamados Batallones Disciplinarios. Las denominaciones fueron diversas:

** los Batallones de Trabajadores
** los destacamentos penales
** los Batallones Disciplinarios de Soldados Trabajadores Penados o
** las Colinas Penitenciarias Militarizadas

Llegaron a funcionar más de 100 campos estables. En dichos campos los protagonistas fueron los prisioneros de guerra que trabajaron entre otros muchos sitios en industrias metalúrgicas, en las minas de Bilbao, carreteras de Santander, intendencias militares de Sevilla, el tendido de puentes en castilla o hasta vareando olivas en el Bajo Aragón turolense.

En 1937 en Aragón había 9 Batallones de Trabajadores con un total de 4.700 prisioneros de guerra: tres de ellos estaban en Zaragoza, tres en San Juan de Mozarrifar (Zaragoza) y el resto en Monreal del Campo y Albarracín (Teruel) y en Jaca (Huesca).

De los de San Juan de Mozarrifar se trasladaron 200 internos a Utrillas para emplearse en la empresa Ferrocarril y Minas de Utrillas. En la provincia de Teruel, a finales de 1939 existían Batallones de Trabajo o Compañías de los mismos en Aguaviva, Alcañiz, Alcotas, Bezas, Caminreal, Cella, Cretas, La Puebla de Híjar, Rubielos de Mora, Sarrión, Teruel y Valderrobres.

Para  los vencidos esto significó la humillación, la explotación de su mano de obra y la de las vidas de sus familiares. De puertas para fuera se puso fin al supuesto ciclo histórico República-Guerra Civil, para abrir el de la paz. Además había una intencionalidad que era la de la reeducación política e ideológica de esas personas que estaban cumpliendo condena por haber sido contrarias a los vencedores.

Los talleres penitenciarios

Otro aspecto a destacar es que para la población reclusa existieron Talleres Penitenciarios, los hubo en las prisiones de las capitales de provincia de Aragón, para el empleo de la mano de obra carcelaria. En la de Teruel se realizaron trabajos de panadería, de granja y en una fábrica de pastas.

El trabajo forzoso encuadrado en el Patronato de la Merced para la Redención de Penas por el Trabajo fue el de aligerar el insostenible peso demográfico del sistema carcelario franquista. Por cada día trabajado se redimía una parte de condena.

En la industria minera turolense, sendas empresas de Montalbán y Utrillas dispusieron desde 1942 de entre 150 y 325 presos para la extracción del carbón a cargo de la Dirección General de Regiones Devastadas.

Las Colonias Penitenciarias Militarizadas en 1948 tenían su Octava Agrupación en Híjar (Teruel), para la construcción del ferrocarril entre Andorra y Escatrón. Estas colonias tuvieron penados hasta 1946.

Conclusión

El acceso a través de DARA y en caso de que necesiten algún documento u otro tipo de información, debemos recordarles que les contestaremos en cuanto nos sea posible. Mientras tanto, cuídense y quédense en casa es lo único que nos piden.

Más información:
El fondo de Regiones Devastadas en el Archivo Histórico Provincial de Teruel
La mano de obra para la reconstrucción del Teruel devastado

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